Por Xavier Borràs
Fuente: Kiosko Teatral / website |
El teatro colombiano, como el de toda Latinoamérica, se inició con la influencia dejada por Castilla en el período colonial, que se mantuvo hasta la mitad del siglo xx. Las características de las obras respondían a los entremeses del teatro castellano y se complementaban con la presencia de compañías de zarzuela, provenientes muy esporádicamente de la península. Hasta los inicios de la década de los años cuarenta del siglo pasado no se generó lo que se denomina el nuevo teatro colombiano, que creció bajo la orientación de maestros extranjeros (Seki Sano, Jerzy Grotowski, entre otros), y se caracterizó por el montaje de obras europeas. Este período fue el inicio de una dramaturgia que reflejaba en sus argumentos aspectos de la problemática social y histórica del país. Monte Calvo, de Jairo Aníbal, Niño, la agonía del difunto, de Esteban Navajas, Guadalupe años sin cuenta, creación colectiva del Teatro Candelaria y Los papeles del infierno, de Enrique Buenaventura, son las piezas más representativas de este período.
Este nuevo teatro colombiano posibilitó la creación de grupos estables como el Teatro Candelaria, Teatro Experimental de Cali, Teatro Libre de Bogotá, que le han dado identidad teatral al país y lo sitúan entre los países latinoamericanos con una producción teatral prolija y de un aceptable nivel estético.
En el teatro actual colombiano se identifican tres corrientes bien definidas: una primera de grupos de teatro con una producción que responde a una estética y a una cuidada puesta en escena, con obras representadas correspondientes a la dramaturgia colombiana y a la dramaturgia mundial, ya sean obras clásicas o contemporáneas; una segunda corriente que corresponde a lo que se denomina en el país «teatro comercial», caracterizado por el montaje de obras de fácil producción y los argumentos de las cuales se basan en historias banales que buscan gustar a un público sin muchos afanes estéticos; y una tercera corriente incluye la mayor cantidad de grupos escénicos del país, que operan en pequeñas salas con escasos presupuestos y con montajes que a menudo son trabajos experimentales, con un público —que es considerado ocasional—, de estudiantes, empleados, niños, ancianos, etc.
Teatro en Colombia |
Desde sus inicios, pues, en el espacio colonial, hasta su consolidación en la segunda parte del siglo XX, pasando por los diferentes momentos del siglo XIX, el teatro colombiano se ha constituido en un campo de tensiones entre la inscripción dentro de la tradición del teatro europeo y la afirmación de una particularidad vinculada con su condición sociohistórica. Este proceso no ha estado exento de frustraciones, pero a la vez ha sido un largo aprendizaje que ha acabado por configurar un campo teatral con particularidades y riquezas propias. En la reflexión sobre el teatro colombiano actual, como se ha configurado a partir de los años cincuenta y hasta nuestros días, destacan como condiciones de su conformación la constitución de un público propio y masivo, la identificación y exploración de problemáticas propias de la Colombia moderna, la interlocución y el diálogo con las
propuestas más relevantes del teatro moderno europeo y la implementación de prácticas
de difusión específicas que involucran la «colonitzación» de nuevos espacios para la difusión del trabajo teatral.
El teatro de la segunda mitad del siglo XX se desarrolla desde dos perspectivas: en primer lugar, la interacción y el diálogo entre las necesidades temáticas y expresivas locales y las influencias del teatro europeo moderno, que determinan la producción de obra dramática; y, en segundo lugar, la interacción de los creadores con los públicos, interacción que describe el acercamiento del teatro a las localidades y sus prácticas de presentación.
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